25.6.07

De colores

Hoy me he puesto una camiseta de color claro. Un gris muy suavito con topitos negros y amarillos. Con mucho escote, claro, aunque era más del que yo pensaba y no me he puesto las preceptivas chapitas de The Kooks o de Rufus Wainwright, así que he estado enseñando pechamen todo el día, lo cual me ha valido para que Nuria me echara un piropazo diciéndome que no tenía ni una estría, para que las jefas alabaran mi sujetador de H&M y para que Mariano siga llamándome “pechos”.

Pero ese gris clarito ha causado furor, no tanto por el escote, sino por la diferencia de tonalidad respecto a mi indumentaria normal. Cuando estás gorda, y yo estoy gorda, empiezas a crear tu propio código del vestir, que acabas sabiéndote más trucos que la estilista del “Vogue”. Cualquier prenda, cualquier estilo no se mueve en torno a tus gustos o preferencias, se mueve siempre en torno a tu físico. Da igual que me muriera de envidia (no tanto por el gusto, sino por la actitud) cuando caminaba por la calle Triana en Las Palmas y veía a esas muchachotas embutidas como chorizos en un top y un pantalón caderero, yo siempre lo he tenido claro. Nunca cosas demasiado apretadas (aunque es imposible porque casi siempre se llevan las cosas ceñidas), nunca mucho estampado, nunca enseñar demasiado (el escote es otra cosa), y tirar de negro, porque el negro siempre te hace más delgada.

Así que mi vestuario se compone casi en su totalidad de prendas negras, excepto algún vaquero, los zapatos, contadas camisetas y un vestido que no me pongo porque mi madre dice que me hace muy gorda, y si los demás me han dicho que me favorece “hazme caso, es porque te mienten.” Verdad inmutable, me guste o no.

Pero ahora no está mi madre para echarme jarros de agua fría, así que hoy me han dicho que esa camiseta me sentaba bien y yo les he creído. Me han dicho que soy guapa, y me lo he creído. Me han dicho que puedo gustar, y que seguramente guste, aunque no quiera darme cuenta, y me lo he creído. Y me he dado cuenta de que, en el fondo, en la iglesia tenían razón. Es bueno creer. En los piropos de los amigos, en las voces que te susurran al teléfono, y en uno mismo. Aunque todo sea mentira. Ya habrá tiempo para el descreimiento, y para ser un ángel caído que regrese a los infiernos y vuelva a verlo todo negro, el vestuario y la vida.


Hoy he dado un golpe de estado en mi fondo de armario. He ido al H&M y me he comprado una camiseta verde, un top palabra de honor estampado y un bañador tirando a trikini con lágrima en el frontal para que se me vea el ombligo. ¡Que le den por culo al color negro!

18.6.07

Celebraciones

Esta noche, mi ciudad está de fiesta. No todos, claro, que esto del fútbol no es más que una forma de separar a la gente: ricos y pobres, rojos o fachas, del Madrid o del Atleti… Pero alguno hoy se ha ido contento a la cama. Alguno incluso es probable que haya echado un polvo. ¡Qué suerte la de algunos!

El viernes por la noche ya estaba todo listo para la celebración. Un mirador para colocar las cámaras de televisión en lugares estratégicos, juegos de luces que iluminaban el edificio de Correos, próxima sede del amenazadoramente eterno ayuntamiento de Gallardón, una jugosa portada del Marca
(siempre he querido hacer las portadas del Marca y las de La Razón. ¡Cómo se les ocurrirán esas cosas!) y la Cibeles casi blindada, no con sacos, para evitar el peligro de los bombardeos en la guerra civil, sino con vallas, para evitar el peligro de los vándalos, que no son aquellos pueblos de la Europa del Norte que llegaron a España en el 409 (según wikipedia), sino una panda muy numerosa de gente que no sienten ningún respeto por los monumentos y que, quién saben por qué, no pueden celebrar nada si no rompen algo. En eso sí que no hay fisuras. Los hay ricos y pobres, rojos o fachas, del Madrid y del Atleti.

No soy demasiado aficionada a las celebraciones masivas. Y sin embargo, mientras el sonido de los petardos rompía las noches tradicionalmente silenciosas de mi barrio de viejecitos, como la lluvia ha roto las nubes durante todo el día, una sonrisa se me dibujaba en la cara.

Estoy cansada, como Beckham, Van Nistelrooy o Casillas, pero contenta como Reyes. Mi triunfo no tiene un trofeo, y nadie va a ir a celebrarlo en la Cibeles, aunque yo iría si hiciera calor y no me viera nadie.

Yo he conseguido retener durante casi 24 horas a tres fieras incansables de diez, cinco y tres años, que corren por las bandas, por el centro y por donde les echen. Que se tiran a las espinillas o a los tobillos y que, como las mujeres, no saben lo que es estar fuera de juego porque para ellos todo es juego. Cada uno ha aprendido una cosa del otro: Yo, que los niños no siempre salen a su familia. Con los problemas que tenemos mi hermana y yo con los gases y los pedos que se han podido tirar en apenas un día. Ellos (los dos niños), que hay que limpiarse la “cola” después de mear.

Afortunadamente, todo ha salido bien. Mi casa sigue en buen estado sin necesidad de sacos de arena o vallas, y tanto mi integridad física como la de ellos ha estado asegurada en todo momento. No tanto la integridad mental de mi gata, que ha sufrido un terrible ataque, mezcla de pánico y celos, y les ha bufado con bufidos que nunca había oído y que parece haber incorporado para la ocasión. Me duele la cabeza, y tengo unas punzadas en el estómago como cuando he puesto una reclamación en los almacenes del triángulo verde, lo cual quiere decir que he estado muy nerviosa. Pero siento lo mismo que sentí cuando vi las escrituras de mi casa: que había logrado algo que pensé que no podría hacer nunca sola. La verdad, no tengo pensado repetir en el caso de la casa. En el otro, es probable que lo haga, ahora que he salido victoriosa. Oe, oe, oe oeeeeeeeee.

6.6.07

De 9 a 5



Como Dolly Parton. Bueno, no exactamente así, aunque compartamos perímetro torácico y la sensación de que el trabajo es un engañabobos, pero casi. Mi primera semana en el nuevo trabajo ha sido como regresar a una vida que sabías que existía, pero que parecía que sólo existía para otros. Seguro que también hay cosas malas, claro, como perder esas horas de silencio que van desde la medianoche hasta entrada la madrugada, o el privilegio de ir sentada en el metro.

Lo del metro es otra historia, pero dejaré que pasen los días a ver si me voy acostumbrando a esa hora y media que tardo en ir de mi casa al trabajo. O a ver si empiezo a tardar un poco menos, porque es increíble lo lento que puede llegar a ir un convoy de metro. De alguna manera, no sé cómo, he hecho para convencerme a mí misma de que no es tan malo darme estos madrugones, de que voy a leer más y de que así dormiré más horas. De momento, llevo los madrugones más o menos bien, leo lo mismo que antes porque no sé leer de pie y además hoy me he quedado tan profundamente dormida apoyada en el extintor del vagón, que hasta creo que me ha dado tiempo a soñar. Eso sí, ahora pillo otra vez los periódicos gratuitos (único privilegio de los madrugadores) y me da tiempo a escuchar mucha música.

Gracias a eso he podido meterme de lleno en el disco de Rufus Wainwright, que ya me sé al dedillo, y que este fin de semana pienso disfrutar en esa De luxe edition que llegó a mi casa cortesía de Play.com, a unos admisibles 23 euros no comparables a los 41 con que me amenazó la FNAC. Claro que cuando los de la FNAC me avisen para decirme que ya ha llegado me encantará darles la respuesta: “Bueno, verás, es que desde el 16 de mayo que lo encargué, resulta que me ha llegado uno casi a la mitad del precio que me disteis.” Clic. El clic es cuando les cuelgo, y obviamente lo pongo aquí como recurso dramático (como la pobre redactora de los informativos de Antena 3, que a cualquier cosa llamamos manipulación, por favor!), porque yo soy una señora educada que no cuelga el teléfono a la gente. También he machacado el “Time being” de Ron Sexsmith, un tipo que me recomendó Javi, un brevísimo ex compañero de trabajo que era muy majo y con buen gusto musical, porque es el segundo CD de Sexsmith que me hechiza. El disco tiene canciones estupendas, pero sólo ha hecho vídeo de All in good time. No es mi favorita (Snow angel, I think we´re lost o Ship of fools tienen el privilegio), pero no está mal. Es ésta:



¿Qué más me queda? Ah sí, lo de dormir. No, no estoy durmiendo más, pero por alguna razón me levanto de mejor humor y al fin estoy consiguiendo tardar menos de una hora en salir de casa desde que suena el despertador. Igual es porque es casi verano, igual porque cuesta madrugar pero da mucho gusto salir pronto. Es una de las cosas que siempre he odiado de trabajar en televisión, esos horarios absurdos que te hacen entrar a las 10 o las 11 de la mañana y que lo único que hacen es que pierdas todo el día en el trabajo y se pasen los días con la sensación de que tu vida no te pertenece. ¿En ocasiones tienen una razón de ser? Sí, pero no siempre, y menos en determinados puestos.

He agradecido volver a la tensión del programa diario en directo. Para alguien como yo, que se distrae con facilidad y que es tendente a pensarlo todo demasiado, la presión de tener una hora de entrega hace que todas las dudas se disipen, porque no hay tiempo para dudar. Tampoco hay tiempo para pensar en hacer cosas más elaboradas, pero claro, todo no se puede tener. Bueno sí, pero en este país las cosas no funcionan así. Así que ahí estoy, pasando las mañanas con el culo pegado en la silla y tecleando sin parar. Y me gusta, porque me siento más viva, y porque veo cómo van cayendo páginas y no hay esperas. Porque yo soy así, y necesito la obligación para ponerme en marcha, y de paso siento que no me pagan por esperar, y no me siento culpable por no hacer cosas que podría haber hecho pero que no sé cómo hacer y por decepcionar a quien no quiero que se decepcione conmigo.

Las mañanas pasan volando cuando apenas puedes moverte para ir a mear porque no te contienes y al levantarte tienes que apoyarte porque estás mareada de ir con la cabeza del teclado a la pantalla y de la pantalla a las fichas de los redactores. Cuando los ojos sólo ven dedos golpeando teclas y por mis orejas van pasando canciones para aislarme del jaleo de la redacción, porque no sé si lo he dicho, pero me distraigo con nada. Y llega la tarde, y entregas el guión, y el programa empieza y la maquinaria se ha puesto en marcha un día más.

Entonces son sólo las seis de la tarde y te vas, y luce el sol, y hay airecito, y sabes que tienes la tarde por delante. No me dí cuenta hasta el viernes, porque los primeros días son de observación, pero cuando ocurrió sentí la necesidad de contarle a todo el mundo lo feliz que me sentía de volver a ser “normal” y acabar pronto un viernes. Llamé a compañeros, llamé a mi hermana (que tenía incluso mejor plan que yo, tenía los pies metidos en el mar mediterráneo), llamé a amigos, y llamé al Paseante, que como es un señor catalán adscrito a los tópicos, es muy rata y no se compra un teléfono nuevo, a pesar de que el que tiene no le funcione con propiedad. Les conté que iba al metro, camino del centro, para ir a un concierto o al cine. Al final pudo más la idea del cine, porque últimamente voy muy poco y porque de vez en cuando me acuerdo de la felicidad inmensa que me han proporcionado esas tardes de cine en solitario. Zodiac fue la elegida. ¡Qué gran elección! Hace tiempo que dejé de tratar de escribir algo parecido a críticas de cine, porque no se me da bien, pero si digo que no me dormí en las más de dos horas y media que dura la película, los que me conozcan sabrán que eso es muy bueno para una película.
El fin de semana fue provechoso. Comí con mis padres, visité la feria del libro, participé en una flash mob (usen google, que ya es muy tarde) haciendo pompas de jabón,

ví una exposición de fotos y estuve de cañitas con Juan y otros amigos, que me tratan bien y me dejan coger a sus hijas. También ví “perdidos”, jugué con Salsa, vagueé y entré en algunos blogs, de amigos y de políticos. Me quedé en casa para evitar compras innecesarias de primer domingo de mes, y pensé una vez más que tengo que adelgazar, que a veces me asusta quedarme sola, y que tengo que hacer un montón de cosas que se me olvida siempre hacer.

Y además me sentí normal.

3.6.07

Tontuna

Estaba yo poniéndome al día de los blogs amigos, cuando veo que Dani al fin ha actualizado. En su última entrada habla de ese primer curro que ya quisiéramos algunos como décimo primer curro, que yo en la vida he tenido una jornada intensiva, y de paso hace algunos enlaces a blogs de sus compañeros. Gracias al de uno de ellos he hecho la tontuna del día, que es ésta:

http://www.paloozahead.com/movies/paloozahead_embed.swf?k=552120-f8d2&ap=true

Como veis, el estilismo no tiene nada que ver conmigo, pero para una vez que puedo ser delgada, pues venga, ¡viva el mamarrachismo! La coreografía, muchos lo adivinarán, es la de los vídeos de Ok Go!, y la canción es de Clap your hands say yeah!, que son un grupo estupendísimo. Y esto es todo. Sí, tengo ganas de hablar de muchas cosas, pero estoy un poco desganada, la verdad. Otro día.