20.7.06

Rufus Wainwright y los seis grados de separación

Me quedaba pendiente comentar el concierto de Rufus Wainwright en el pasado Summercase. Hace tiempo que llevo intentando escribir un post sobre este cantante que, como suelo decirle a la gente, “Una vez que lo escuchas, te cambia la vida”. Algunos, como El Paseante, tras escucharle entienden lo que quiero decir. Otros me miran con la cara con la que miras a alguien que piensas que está loco, pero acabas por acostumbrarte. Rufus Wainwright arrolla. Su música se mete en los oídos como algo más que meros sonidos, es un puro torrente de emociones y de perfección tanto en la composición como en la ejecución, y además da igual que escuches su disco de estudio, con temas aderezados por completas secciones de viento, que sus actuaciones de este verano, acompañado sólo de su voz y un piano, o de su voz y una guitarra. El concierto fue breve, como lo será el del próximo sábado en Benicàssim, es lo que tienen los festivales, pero yo disfruté muchísimo, sobre todo porque la escasez de medios no le permite interpretar ciertas canciones y recurrió a temas de su primer disco, algo que se agradece, sobre todo si nunca los habías escuchado en directo. Estuvo como siempre, divertido y locuaz, aunque casi toda esa locuacidad se dirigiera a la forma en la que el ruido del concierto “grande”, se colaba en la carpa donde él actuaba.

Pero bueno, vamos a lo que vamos, que el post al final no es una crítica musical. Existe una teoría desde hace muchos años, y desarrollada por varios frentes, que viene a decir que cualquiera de nosotros está unido a cualquier persona de este planeta en un máximo de seis personas (familiares o conocidos) que lo conectan. Siempre me ha encantado esta teoría, que además se hizo muy famosa gracias a una obra de teatro y una posterior película, en la que Will Smith se lucía en un tremendo papelón de malo. Pero aún más por el conocidísimo juego de Kevin Bacon. Unos alumnos de una universidad de Virginia crearon un programa que, conectado a la IMDB, conseguía juntar a Kevin Bacon prácticamente con medio mundo, y no sólo del espectáculo. El mismísimo Francisco Franco logra un número de tres. La página, para quien no la conozca, http://www.cs.virginia.edu/oracle/ Cuidado, es muy adictiva.

Hace cosa de un año descubrí, emocionada, que había conseguido establecer unos grados de separación entre yo misma y Rufus Wainwright. La cosa iba de esta manera:

1. Rufus Wainwright tiene como batería en algunos temas de su disco “Want One” a Sterling Campbell.
2. Sterling Campbell fue novio de Marta Sánchez.
3. Marta Sánchez tiene una prima.
4. Su prima se casó con un primo mío.
5. Y ahí estoy yo.

Yo estaba taaan contenta con mi conexión que se la iba contando a todo el mundo. Tanto la conté, que al cabo de unos meses, hablando hablando, un compañero me “regaló” una nueva conexión, algo más corta.

1. Rufus Wainwright tuvo un “affair” con un chico norteamericano.
2. Este chico norteamericano es ahora el novio de mi compañero.
3. Y ahí llego yo.

Hacía tiempo que tenía olvidados los seis grados de separación a favor de los seis meses que quedaban para las, luego las seis semanas, los seis días, y ya casi las seis horas, cuando hace un rato suena el teléfono. Mi amigo (y jefe) Mariano, me dice que tengo una nueva conexión con Rufus, y pasa a relatarme que el viernes, tras su actuación en el Summercase, Rufus Wainwright charla con gente que ha pasado al backstage. De pronto se queda prendado de la camiseta de un amigo de Mariano. La camiseta tiene un dibujo de River Phoenix, y es uno de los hits de “Gómez”, novio de Mariano y diseñador emergente, alabado por los medios, tal y como se recoge en este link de la revista semanal de tendencias “Yo, Dona” (¿una rebajita, Rubén?)
http://www.elmundo.es/yodonablogs/2006/04/26/shopping/1146043018.htm
Lo dicho. Rufus quiere la camiseta, pero no hay tiempo, porque al día siguiente toca en Barcelona. El fan, entregado, se la regala. Cuando eres fan y sabes que tu cantante preferido tiene una canción que se llama “Matinee idol” y que está dedicada a River Phoenix, entiendes que su autor quiera la famosa camiseta. De momento no he rebajado mucho los grados de separación, pero al menos tengo un cotilleo rufusero y quién sabe si algún día no nos veremos en la típica fiesta glamourosa de después de los desfiles, y podré entonces, aunque sea con una pobre foto, dejar en cero los grados (ni frío ni calor) … y las separaciones.

17.7.06

Summercase

Music kills me. Este es el título de un disco de Rinôçérôse, pero además es lo que acabará pasando conmigo si no me calmo. Ya me lo ha dicho hoy mi madre, en uno de sus comentarios antológicos que algún día recopilaré en un libro: “Hija, estás que parece que tienes la edad del pavo”. Menos mal que voy aprendiendo a no hacer caso de las cosas que me dice mi madre, al menos no a las que van envenenadas, como esos dardos que algunas tribus metían en las cerbatanas y lanzaban con la boca, como ella.

Bueno, que me lío. ¿A qué venía esto de que la música me mata? Sí, efectivamente, a la agenda de conciertos. Este fin de semana ha sido el summercase, con buen resultado a todos los niveles, incluido mi maltratado cuerpo. Dos días de conciertos en los que he disfrutado como una quinceañera el primer día que le dejan volver tarde (igual viene por eso lo de la edad del pavo materna). Diferentes estilos, diferentes épocas, todo lo visto me ha gustado.

El viernes llegué casi asustada, dudando de mi capacidad de aguante ante lo que se avecinaba. ¡¡27 conciertos diferentes en un solo día!! Menos mal que llevaba toda la semana elaborando un planning más minucioso que una figura hecha de fichas de dominó. Lo cumplí casi al milímetro. Por mis ojos, mis orejas, mis pies y mi dolorida espalda (no está el cuerpo para tanta juerga) pasaron “The concretes”, uno de estos grupos suecos buenrolleros, a los que da gusto ver, y que dan el aspecto de gente sana y moderna, que saben inglés desde niños y que se estrenaron antes de la media española. “The dandy Warhols”, casi de forma testimonial, porque solo llegué a ver un par de canciones. “The divine comedy” y Rufus Wainwright, que merecen post aparte. “New order”, que son la fuerza de los supervivientes, y que te transportan a épocas donde la música para bailar era tremendamente buena y además le gustaba a todo el mundo. “Primal scream” y “Keane”, que tienen mejor directo que estudio, y de los que sigo pensando que tienen dinero suficiente para contratar un guitarra y no hacer la cutrería de pregrabar sonidos estúpidos. Acabé la noche con “Razorlight”, un grupo muy majete, muy cañero, y con un cantante que se parece a Leiff Garrett en sus buenos tiempos, pantalón blanco ajustado incluido.

El sábado fue tan bueno o mejor. Se intuía cansancio, así que todos llegamos un poquito más tarde, y además ya no veníamos del trabajo, así que se notaba a la gente recién duchada, vestida para la ocasión, ahora que todos habíamos sufrido las piedrecitas del suelo, y bien avituallados con la botellita de agua, porque se dice pronto, pero una servidora pasó entre sábado y domingo unas 18 horas y jamás visitó los aseos, tal era el grado de deshidratación.

De nuevo el encaje de bolillos para llegar a todos los conciertos y, además, pillar buenos sitios. Esta vez disfruté de “Dirty pretty things”, la mitad de los extintos libertines, que están bien, son frescos y además tuvieron público del ramo, uno de los guitarras de Belle and Sebastián, que estaba muy cerca de donde me encontraba, y que me llamó la atención porque iba todo trajeado, con la que estaba cayendo. Después llegó Adam Green, en un estado ciertamente lamentable, aunque hizo que el concierto se convirtiera en una fiesta. Belle and Sebastián, unos temitas de super furry animals, y después el achicharre más absoluto en una carpa, mientras disfrutaba de Sigur Rós y el concierto del día, Máxïmo park. A pesar de conseguir la ansiada primera fila, que además de buena visibilidad permite agarrase a la valla y descansar, era demasiada juerga para luego aguantar la marabunta y el jaleo de Fatboy slim, así que a las 03.30 emprendimos el camino de vuelta.

Al final, balance más que positivo. Tuve tiempo de ver casi todo lo que me interesaba, aunque eso significara no cenar el primer día y comerme un bocadillo rápido el segundo. De mandar tantos mensajes de móvil que seguramente en Movistar estarán pensando en convertirme en cliente del mes. Unos de logística, otros de crónica festivalera que se cruzaban con los que llegaban de otros asistentes del summercase barcelonés o del Bilbao Live festival, y alguno para dar envidia cochina, escritos con tan mala uva que sus destinatarios me han deseado una eternidad en el infierno. También saqué un momento para felicitar a un catalán que cumplía años (no demasiados, por más que él sea un coqueto y lleve meses mirándose cada día las patas de gallo y contando las canas que ya empieza a peinar) y que trataba de disimular su envidia por no poder ver a Rufus, contraatacando vía mensaje.

Ojalá haya un Summercase 2007, y ojalá haya un poco de mejor trato en los medios informativos, porque todos se acreditan, (cuánto le cuesta pagar entradas a los periodistas, qué santo morro tienen) pero pocos informan. Mención para EFE, que dice en El País y ABC: “A primera hora de la noche, el directo de un caótico Adam Green apenas sedujo a un centenar de asistentes, aunque el cantante repitió la jugada del día anterior en Barcelona e invitó a cantar a dos de sus admiradoras la última de sus canciones, dedicada a Nat King Cole”. Lo primero, “caótico” no es un sinónimo de “borracho”, y además, según mis informadores en Barcelona, no hubo ninguna invitación a chicas, aunque sí en Madrid, y finalmente no cantó la canción dedicada a Nat King Cole, sino “Dance with me”. En La Vanguardia, y también según EFE, cuentan que Rufus Wainwright invitó a su hermana Martha al escenario, aunque fuera otra hermana, Lucy. Tampoco los de El Mundo se han matado. Firma un tal H. Llanos y EFE, que hace una crónica que podría haber escrito cualquiera sin estar allí, que digo yo, que para copiar la crónica de EFE, que no acrediten a nadie.

Dos días llenos de música, de una interesante colección de ejemplares modernos sacados de las páginas del Vanidad, de mucho popero apetecible y del gustazo de disfrutar del talento ajeno. De recuerdo, muchas fotos, la funda de la cámara y una tarjeta de memoria perdidas y la pulserita identificativa que me pienso dejar hasta el próximo festival, o sea, el viernes que viene. ¡Dios mío, music no sólo kills me, is gonna kill me!

13.7.06

Happy Hour

Los libros de autoayuda te enseñan a dejar de fumar, a combatir la depresión, a intentar ser feliz. Pero ser feliz tiene un problema, que cada vez es más difícil superar esos momentos, y cuando eso ocurre… ¿Hay libros de autoayuda que digan cómo se cura la felicidad?

La felicidad es algo extraño, que llega y se va con extremada facilidad. En mi caso, me va rondando. A veces se queda más tiempo, a veces tarda más en volver. No me quejo, soy razonablemente feliz.

De hecho, lo mejor de la felicidad no es tenerla, sino darte cuenta de cuándo eres feliz. Eso me pasó el sábado uno de Julio, mientras un sol ya suave me daba en la espalda y yo disfrutaba del último novelón de Tom Wolfe. Mi padre dormitaba en la hamaca y mi madre hacía una de sus mil labores inacabadas porque, por más que se enfade, su vista no es la de antes. Alrededor, revoloteaban mil y un insectos, intentando aprovechar los jugos de las flores que mi madre exhibe en su “corral”, y los gatos se movían por el muro de forma sinuosa, en parte porque los gatos andan con esa elegancia, en parte por no despertar a mi padre, que gusta de espantarles con la “cacha” porque sostiene que van a hacer sus necesidades donde él planta su huerto. La verdad, les tiene tan fastidiados, que en casa empezamos a sospechar que efectivamente lo hacen, pero ya por pura sed de venganza.

Julio está siendo un mes de sábados felices. El pasado saboreé de nuevo esa sensación de respirar hondo sin dificultades, de mantener todo el día la mirada limpia, de pensar que todo va a ir bien y de que la vida es más o menos sencilla. Fue en medio de una comida veraniega al lado de un árbol de troncos fuertes, y después muerta de calor y sufriendo unos tacones asesinos, mientras trataba de divisar al viejo Bob Dylan desde mi escasa atalaya de 159 centímetros, siempre (bien) rodeada de gente que vende muy cara su compañía. Tanto, que apenas podemos vernos un par de veces al año. No es el caso de todos, porque hay mucho madrileño con el que quedar para ir al cine, a un concierto o jugar al “Yo nunca…”, pero sí de algunos, a los que hay que ir engañando con festivales de cine, conciertos de Rufus Wainwright o actuaciones de la Terremoto de Alcorcón si quieres verles más de cerca que en la ventanita del mssenger.

Los tres (sábados) que quedan prometen volver a ser buenos. El 15 porque estaré en pleno Summercase y veré por fin a Maxïmo Park, aunque esté muerta de cansancio y pensando, como cada día desde que llegó este mes, por qué demonios me he metido en este berenjenal de conciertos. El 24 porque disfrutaré por cuarta vez en menos de un año de Rufus Wainwright, porque me habrá dado un poco el sol, porque me habré bañado al fin en el mar, y porque ya quedará menos para poderme hacer una camiseta que diga: “yo sobreviví al summercase y al F.I.B con más de 30 años y sin drogas”. Y el último, si estoy viva, porque estaré, tras casi dos años, de vacaciones.

Generalmente se dice que no hace falta mucho para ser feliz, y que el dinero no da la felicidad. Ninguna de las dos cosas son ciertas. Yo fui feliz el sábado sólo por la compañía, pero, aunque pueda no parecerlo, es muy difícil coincidir con un grupo de gente que sea interesante, guapa, divertida, gamberra y que además te haga sentir como una más a pesar de mis temores, casi constantes, de no estar “a la altura”. También espero seguir en esta espiral de júbilo el mes que viene, cuando gracias a un sueldo decente y a cierto ahorro, me suba en un avión rumbo a NY, desmintiendo así el triste consuelo de los pobres.

Pero un post tan “happy” necesita eso, un final feliz, y al fin, tras muchos meses, tengo uno: Si he aprendido a ser infeliz, y hasta le he encontrado el punto, seguramente me resulte más fácil instalarme en el otro lado, por salvaje y agotador que este sea.