29.5.06

"Venid y vamos todos…

… con flores a María, con flores a María, que madre nuestra es. De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella, más que la luna bella, postrados a tus pies". Ese es mi principal recuerdo del mes de Mayo. La cantábamos las niñas en clase, dirigidas por Doña Gloria, mi profesora desde el segundo curso de “parvulitos”, hasta quinto de EGB. Yo siempre he ido a colegios públicos, pero no dejaba de ser el final de los 70, principios de los 80, así que las niñas y los niños estábamos separados hasta quinto, y mayo era el mes de María. No sé por qué, ahora que mayo está a punto de acabarse me he acordado de esa veneración mariana. Algunas niñas de mi clase llevaban rosas que sus madres les daban recién cortadas del jardín, envuelto el tallo en el mismo papel de plata que el bocadillo o el bollo del recreo. Eran unas rosas feas, de pétalo bastante corto, y gordas, y además se estropeaban rápidamente, pero tenían un olor increíble, que nos acompañaba todo el día, incluso al día siguiente, cuando llegábamos y de las pobres rosas que Doña Gloria depositaba en un frasco de Nescafé, estaban con sus pétalos desparramados sobre la mesa. Mayo también es recuerdo de comuniones. La mía fue un 3 de mayo de 1981, o sea, hace 25 años. Imagino que entonces todavía tenía fé, porque yo desde luego no puedo decir que hiciera la comunión por el vestido o los regalos.

El vestido fue heredado de la hija de la lechera, una señora gallega muy alta para la época. El pobre tuvo que pasar por el tinte porque tenía manchas de carmín (qué cariñosas son las madres y las tías) Sin embargo, yo lo adoré siempre, a pesar de que mi hermano y mi cuñada se ofrecieron una y mil veces a comprar de su bolsillo (bastante escaso entonces) un vestido y una pamela (entonces había una cierta moda) a cambio de que este fuera corto. No sé si fue por no aceptar su trato, pero luego fui con mi cuñada a comprar los zapatos y no hubo manera de conseguir las merceditas tradicionales. Me compraron unos zapatos más modernos pero que siempre me hicieron un daño terrible. La comunión fue sencilla. Ceremonia en la que leí una de las cartas del apóstol San Pablo a los corintios y luego comida familiar (padres y hermanos) en un restaurante de la Casa de Campo, que todavía ahora es bastante conocido. De entonces conservo pocas cosas: las fotos de una niña con cara de buena, algún recordatorio, y el primer reloj que tuve, un Pulsar Quarz que me regaló mi hermano. El vestido volvió a su dueña, el misal era de atrezzo del fotógrafo, y quién sabe dónde fue a parar la fé de los 9 años. Ahora ya no voy con flores a María, pero además de la canción sigue en mi cerebro el olor de las rosas amarillas de los portales de mi niñez.

5 comentarios:

Sonique dijo...

En mi afán por coleccionar objetos absurdos, acabo de pensar que fotos de amigos y conocidos de comunión sería una colección... interesante. Aunque primero tendré que completar la de jubilados mirando obras :P

Yo no tengo tanto valor para poner la mía...jejeje.

Besotes.

Ilse dijo...

Hija, para una foto en la que salgo mona... ¡¡Cómo no la voy a poner!! Venga, pedorra, pon la tuya en el fotoblog, que lo tienes abandonado.

el paseante dijo...

Bah, un Pulsar Quarz... ¡Qué poca clase, niña! A mí me extendieron una tela ante los ojos en la que brillaban uns docena de relojes, la mayoría de marca suiza. Elegí un Tissot (tengo que llevarlo a reparar porque sigue siendo bonito).

Claro que la persona que me lo regaló era mi tío franquista, que luego pasó por la cárcel por robar unos tristes millones de pesetas en la cooperativa agrícola que dirigía. Seguro que mi viejo reloj, abandonado en un cajón de la mesita de noche de mi dormitorio en la granja de los caballos, formaba parte del botín.

Ilse dijo...

¡¡Este momento estraperlo de tu tío me ha parecido sublime!!

Anónimo dijo...

¡Qué foto tan bonita! Y qué texto tan bueno, es un auténtico regalo. Ojalá que sigas escribiendo.