10.1.07

Los Reyes y la emoción

El paseante va de intelectual, pero resulta que es un señor cotilla al que le gusta Sábado Dolce Vita, aunque diga que sólo lo ve porque es el programa en el que ahora trabajo. Ayer me preguntaba qué me habían traído los Reyes Magos, pero no quise contestarle. No lo hice porque me enfadé con él (creo que ha sido el único al que no le ha gustado mi nuevo look (¡pero si le ha gustado hasta a mi madre!)) y porque llevaba un par de días pensando en este post de demostración de dos cosas: que soy buena y que mis reyes lo son aún más.

Descubrí muy pronto el secreto de los Magos. A los seis años y de casualidad, cuando mi madre, tan despistada como yo (luego se queja de que me olvide de todo), me mandó a su habitación a buscar bajo la cama las zapatillas de mi padre para colocarlas ante la estufa y que estuvieran calientes cuando él volviera de trabajar. Igual ella no había empujado bien el paquete hacia el interior de la cama, igual mi padre había empujado demasiado las zapatillas, el caso es que me encontré una caja con la silla trona de los Barriguitas. Creo que también venía el balancín, porque yo tenía dos Barriguitas, ambos vestidos con trajes de punto marca "Felisa".

La tía Felisa era una artista. Vivía en Valladolid, y se escribía a menudo con mi madre. Sabías que había carta de Felisa porque el sobre venía pintado con multitud de flores hechas con los rotuladores Carioca que cogía del bingo, un pequeño vicio que tenía. Más tarde descubrió la pintura sobre piedras, que practicaba con pequeños cantos que cogía en sus largas estancias en Campello, pintados con primor y “barnizados” con esmalte de uñas transparente. Además de la ropa de los Barriguitas, recuerdo un espectacular vestido de volantes rosa, acompañado de pamela a juego, que me hizo para la Nancy. La tía Felisa todavía vive, pero quiero escribir en pasado, cuando la tía Felisa se peleaba con el tío Isidoro en plan Los Roper, y era capaz de recordar sus piedras pintadas, las canciones de mi abuela Manuela, y llamaba “la Mari Pili” a la zona más íntima de las mujeres.

Pero volvamos a los Reyes. A pesar del precoz descubrimiento, nunca perdí un ápice de ilusión. Es más, se convirtió en un juego, y cada año esperaba y desesperaba por quedarme un momento sola en casa y poder subirme a la banqueta para alcanzar la parte de arriba de los armarios. Siempre encontraba algo; unos zapatos, un libro, un juguete. Daba igual, porque luego lo desempaquetaba y ponía una cara que parecía una invitada de Isabel Gemio en Sorpresa, Sorpresa.

La noche de Reyes tenía su liturgia. Mi madre dejaba el turrón y el anís, y yo me encargaba de poner los zapatos. También, y aunque ella no lo supiera, tenía mi plan para despertarme a media noche, porque yo otra cosa no, pero tengo un sueño estupendo y profundo. El secreto era irse a la cama sin mear, para despertarse alrededor de las 04.00 de la mañana a punto de mojar las sábanas. Me levantaba con cuidado, iba al cuarto de baño, daba la luz, y ahí estaban, montones de paquetes sobre mis zapatos. Era tan feliz que mientras abría los regalos tiritaba, puede que de frío, (ver post sobre los inviernos madrileños de mi infancia) pero sobre todo de emoción. Después de abrir casi todos los paquetes, mi madre se ponía seria y me mandaba de nuevo a la cama. ¡Qué suerte tener tan buen sueño, porque si no hubiera reventado de la impaciencia!

Por segunda vez en mi vida he tenido que trabajar el día de Reyes. ¿Se puede saber por qué no es Reyes el día de la Fiesta Nacional? Hace unos días veía una película, The weather man, y el personaje de Michael Caine decía algo muy certero: “Lo fácil no forma parte de la vida adulta”. Y así es. Eres un niño y el día seis de enero es fiesta; y el siete también, para poder disfrutar de los regalos. Si eres adulto, no tiene por qué.

Yo tuve que ir a trabajar el día de Reyes, pero tuve el tiempo justo para, por una vez, no envidiar a mis sobrinos, que son niños. Ellos llegaron hartos ya de regalos, pero encantados de ver que allí les esperaba una pila más. Empezamos a repartirlos, a locas, y en un momento dado se acabaron los de los enanos. Crisis. A Raulito le parecieron pocos, es lo que tiene la sociedad de consumo, que te ataca desde pequeño.

Yo, sin embargo, estaba feliz. No por la cantidad de cosas que me habían traido (igual hasta demasiadas, pero alguna ventaja tenía que tener se la pequeña: siempre te siguen viendo así, para lo bueno y para lo malo), sino porque al fin los Reyes habían aceptado que un libro es de verdad un buen regalo. ¡Cinco cayeron, a cual mejor! Cuatro de la lista (ver post anterior) y uno de cosecha propia, pero que atacaré con ganas (que falta me van a hacer, ya que es lectura difícil). Ahí están, ¡qué bodegón tan bonito

Además, Volver en dvd edición especial, y unos prismáticos para admirar cada gota de sudor que toca a esas estrellazas de rock que tienen a bien pasar por este país. Metí mis regalos en una bolsa de estas con asas largas, que permiten colgártelas del hombro, y me fui al trabajo. El viaje en metro desde Artilleros a Plaza de Castilla fue una de las cosas más emocionantes que he vivido en años.

Una vez sentada en esos asientos absurdos de cuatro plazas que tienen los vagones de cabeza de la línea 9 (maldigo por siempre al diseñador y a todas las generaciones que le sigan) saqué cada libro de la bolsa, lo abrí con suavidad y fui poniendo en su primera página en blanco mi nombre y la fecha: Silvia. Reyes´07. Luego abrí cada uno por la mitad y hundí mi cara dentro, aspirando el olor a libro nuevo. De cinco libros y tres editoriales diferentes, gana Tusquets. Quizá por eso es la más cara, y quizá por eso ha sido el primero de los cinco. Al sur de la frontera, al oeste del sol, de Haruki Murakami, es casi tan maravilloso como Tokio blues, al menos lo que llevo, que son 119 páginas. No sé cómo consigue el autor que te enganches tanto, cuando sus protagonistas no son lo que se dice gente buena o ejemplar. No trataré de averiguarlo, no hay nada más aburrido que explicar por qué gustan las cosas. Pero antes comencé a ojear 31 canciones. Tenía muchísima curiosidad por saber cómo se podía escribir sobre una canción, porque a mí me resulta casi imposible. Escogí dos de las 31, las dos que, de memoria, sé que tengo en mi i-pod: Smoke, de Ben Folds, y One man guy, de Rufus Wainwright. No voy a decir lo que cuenta, pero leer a Nick Hornby hablando de las canciones que me le gustan y descubrirte compartiendo sus opiniones, sobre todo en el caso de One man guy, es lo más cerca que estaré nunca de haber publicado el libro que a mi madre tanto le gustaría.

Jamás he hecho un viaje tan estupendo camino al trabajo, y hacía tiempo (igual no mucho, la verdad) que no lloraba de felicidad. Sé que tengo un lagrimal fácil, pero no todo el mundo se descubre, a los 34 años, con la misma ilusión por los Reyes Magos que tenías a los seis o los siete, solo que yendo a dormir con la vejiga vacía y la ropa llena de trocitos de celofán y pegatinas con precios.

11 comentarios:

el paseante dijo...

Llorar de felicidad por unos regalos... Anda que eres la primera!

De verdad que los Reyes son los padres? En serio?

Sabes cuál fue el primer regalo que hice en mi vida? Una barriguitas para mi hermana.

serguei dijo...

lalita, no todo el mundo ha visto tu fantástico cambio de look. Mi buzón sigue vacío. Tirón de orejas!

Anónimo dijo...

Muy bonito, ya sabes que si, pero reconozco que he tenido problemas con una frase:

"Igual ella no había empujado bien el paquete hacia el interior de la cama"

Que de verdad que no sabia si empezar a tocarme o confiar en que la cosa no se desmadrara.

Buenos reyes, Lalita, buenos reyes!

G y L dijo...

Y luego dices que las canciones de mi hermano son largas...

Anónimo dijo...

si te sirve de algo he de decirte que cuando empiezan las navidades sólo espero que pasen pronto para que enseguida llegue esa mañana del 6 de enero, me encanta!!!!!

ves como te escribo? para que veas que no sólo soy una 'snorkel'....

Anónimo dijo...

¡Qué suerte tener (y conservar) un corazón tan vivo, tan sano, tan terso! Tan afinado que es capaz de captar el susurro de una emoción y desencadenar con él una erupción de sensaciones. Estas son las cosas que hacen que seas alguien tan especial -aunque tú misma seas la única que se empeña en no reconocerlo-. Gracias por revelarnos tanta ternura, tanto candor y tanta bondad. ¡Gracias por ser como eres!

Ilse dijo...

¡Por favor, qué corte! Habrá quien piense que estas cosas me las escribo yo misma. Gracias a tí por darme un subidón a las 23.43, diez minutos después de haber llegado a casa de trabajar.

Anónimo dijo...

Tranquila, si hay alguien libre de sospecha de decir algo bueno sobre ti, esa precisamente eres tú, jajaja. En fin, a ver si a fuerza de decírtelo los demás acabas convenciéndote tú también, que eres la única que falta :-)

Adúlter dijo...

Nick Hornby es un crack.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho este post; hacia eones que no leia nada tuyo y hoy me he tragado las ultimas entradas desde que retomaste l blog.

Vale que es un poco del rollito Tornatore pero con lo de los Reyes me das en el punto flaco y admito y exijo cualquier sentimentalidad al respecto. Por cierto a mi tambien me molo el Murakami de "Norwegian wood".

Anónimo dijo...

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