14.1.06

Lo malo de ser anglófila…

… es que al final se te pega todo. No sólo su literatura, su cine y su música, también sus supersticiones. La verdad es que no me he dado cuenta hasta mediodía, pero ha sido un perfecto día de viernes 13.

He empezado el día levantándome a las 06.00 de la mañana, que ya es bastante desgracia. Me he duchado, me he vestido, he dado de comer a Salsa, he contestado un email y he salido ya con prisas. Según he cerrado la puerta, he pensado que me había dejado el móvil. He rebuscado. No, estaba ahí. No sé por qué tengo una tendencia enfermiza a pensar que me olvido las cosas, probablemente porque me olvido las cosas.

La mañana (según Florenci Rey) estaba fría, así que tras conectar el i-pod y empezar a escuchar “Hometown waltz”, me he puesto mis estupendas manoplas de colores compradas en el H&M (¿me dan algo por nombrarles, señores suecos de H&M?) y he echado a andar. Duda existencial: ¿Cojo el metro, me arriesgo con el bus o directamente pillo un taxi y me tomo un café por Goya mientras espero? No me da tiempo a pensarlo mucho. Llega el 30 y parece que no hay mucha gente (ojalá tampoco haya muchos coches). ¡Vaya, casi no lo cojo! Me quito las manoplas y meto la mano en el bolsillo del plumas para buscar la carterita de las llaves, donde tengo el metrobús. No está en ese bolsillo. ¡Vaya por Dios, estará en el otro!. Busco en el otro, ahí sólo está el i-pod. Vale, lo habré metido en el bolso. ¡Mierda, con lo que me cuesta encontrar las cosas en este bolso tan grande! Comienzo a rebuscar y no la encuentro. Me subo el plumas y tampoco está en el bolsillo del vaquero. ¡ya está, en los bolsillos externos del bolso! Pues no, tampoco. Pierdo la paciencia, saco un euro del bolsillo y se lo tiendo al conductor. No me da vuelta. Miro la tarifa… ¡1 euro! ¿Será posible? ¿166.6 pesetas por subirte en el autobús? ¡Me cago en la subida del petróleo!

Hay un sitio, pero no lo uso para sentarme. Dejo la bolsa llena de cintas dvcpro, dvcam, minidv… el cuaderno de minutados y el bolso, y empiezo a buscar bien por el bolso. El libro de Jonathan Safran Foer que estoy leyendo, la entrevista de Safran Foer a Jeffrey Eugenides, autor de esa maravilla que es Middlesex y que, al igual que Rufus, merece entrada nueva. La cartera, las pinturas, los tampones, los kleenex, las manoplas… ¿Dónde coño están mis llaves? Para ese momento ya estoy convencida: las he perdido. Recojo todo del asiento (porque además todo el mundo me empuja) y me siento. Me muero de calor. Sudo. Suena “Waiting for a dream”. No, este momento no puede estar acompañado de esa música. Apago el i-pod.

No me doy por vencida y busco de nuevo en el bolso. Se me cae la bolsa de las cintas y el cuaderno. Me desespero y de repente pienso que me he dejado las llaves puestas. Llego tarde. Me muero de calor y me estoy empezando a marear. Me bajo del autobús y me echo a llorar. Suspiro y cojo un taxi. Vuelvo a sacarlo todo del bolso. Ni rastro de las llaves. Llego a mi destino. Al momento llega Juanma, mi compañero. Le cuento lo que me ha pasado. Se ofrece a llevarme de nuevo a casa, pero me da mal rollo, tenemos trabajo. Al final llamo a mis padres. Les despierto. Les cuento lo que pasa y les piso que suban a ver si las he dejado. No me he dejado las llaves puestas, pero las he perdido. Bueno, no pasa nada, mis padres y hermanos tienen copia, yo tengo más en casa y no había nada en la carterita que pudiera revelar mi identidad o domicilio, pero me he pasado el maldito día dándole vuelta a las llaves y a cómo he podido perderlas. Cierto es que me gusta hacer un drama de todo, pero perder u olvidar algo importante me hace sentirme imbécil, inútil, tonta.



Las malditas llaves me han abierto la puerta a un mal día, culminado por un terrible dolor de cabeza. Menos mal que ya es 14.

7 comentarios:

Queer Enquirer dijo...

No me fastidies guapa. Primero dices que te ibas a pillar un taxi y luego protestas porque el autobús (aka "guagua") te cuesta un euro. Que sepas que aquí la guagua cuesta 1.25 euros. Luego dicen que Madrid es caro...

Anónimo dijo...

Bueno, cari... Positividad y pensamiento positivo. No te agobies por nada, son chorradillas... Siempre estaré allí... las distancia nos une...

OSCAR

Anónimo dijo...

Lo siento, pero me ha hecho gracia. Me he recordado en circunstancias similares. ¡Mira que llevamos cosas en el puñetero bolso!. Yo hago limpieza, dejo 4 cosas y a los dos días ya llevo otra vez de todo.
Pero al final ¿aparecieron las llaves? Porque normalmente aparecen, y el bonobús también, a los dos minutos de pagar el euro.
Eva.

Ilse dijo...

Quuer enquirer, los transportes en Canarias son LO PUTO PEOR. Osqui, gracias por tus ánimos, Zenman!! Eva... No, no aparecieron, y encima todo fue una cadena de desgracias porque mi podre padre, al probar la copia que me hizo de las llaves de su casa, se cargó la cerradura, así que tuvieron que poner una nueva.

Anónimo dijo...

Joder con el post de las llaves, lo he pasado muy mal leyéndolo. Lamento mucho el mal rato, pero lo mejor es que todo queda como un susto, como una anécdota... :)

Anónimo dijo...

No me gustan mucho los blogs. El tuyo sí. Últimamente encuentro alguno que me gusta, menos mal. Hay otro/a chico/a por ahí muy tierno con un blog muy bonito. No lo digo aquí porque igual no quiere que se sepa, yo lo encontré por casualidad, como el tuyo.

Pensaba que de pronto todo el mundo había empezado a escribir mal y a repetirse y a autoparodiarse y a ser un coñazo y a poner montones de faltas de ortografía a propósito, pero ya vais dos que me gustáis mucho.

A mí no me ha dado por los blogs, para eso hay que valer. Tú lo haces de maravilla, en serio. Tu blog es divertido, no lo dejes. Lo volveré a visitar, y si veo que lo has dejado, me pondré triste.

Ilse dijo...

Muchísimas gracias por tu comment, Ripley (si Ripley es por la teniente también me gusta, pero si es por Tom Ripley, el personaje de Patricia Highsmith, me fascina aún más). Me gustaría seguir escribiendo, pero a veces no tengo nada interesante que decir, por eso paso por vacíos de meses. Pero imagino que seguiré, porque me gusta escribir, y porque, como a todo el mundo, me gusta que a los demás les guste lo que escribo.